En el corazón del diálogo interinstitucional entre la Universidad de Nariño y la Universidad de Caldas, se entreteje una narrativa profunda de responsabilidad cultural, histórica y educativa que se hizo visible en el Cuarto Coloquio de Sociolingüística e Interculturalidad, realizado en la sala Carlos Nader.
Este encuentro trascendió los límites de las aulas para convertirse en un espacio de sanación de brechas históricas y de fortalecimiento de identidades, particularmente en el resguardo indígena del Gran Cumbal al que pertenece la docente e investigadora de la Universidad de Nariño, Fanny Tarapués.
Al inicio de su ponencia titulada: ‘Saberes ancestrales como pedagogías propias para la preservación de semillas nativas’, hizo alusión a esos espacios de refugio y aprendizaje, en el que se convierten las universidades, para los estudiantes indígenas, quienes encuentran en estas instituciones un terreno fértil para la reivindicación de sus saberes ancestrales.
“Estamos en una reconstrucción de nuestra lengua que está adormecida, más no muerta. Desde nuestras pedagogías y ora-literaturas sagradas, buscamos revitalizar los saberes milenarios, que aún persisten en nuestros apellidos y tradiciones. Este trabajo no solo honra la riqueza cultural de las comunidades originarias, sino que también contribuye a la construcción de nuevas ciencias que integran el conocimiento ancestral y las metodologías modernas”, enfatizó.
En este contexto, se destacan los Proyectos Educativos Comunitarios, promovidos por la Ley 21 de 1991, como una herramienta clave para preservar la diversidad cultural y garantizar la educación pertinente para los pueblos originarios. Estos proyectos reconocen que la educación no debe limitarse a estándares o lineamientos impositivos por sistemas capitalistas, sino que debe surgir como un proceso social, desde y para las comunidades.
Uno de los ejes centrales del trabajo educativo presentado por Fanny Tarapués es la preservación de las semillas nativas, como el árbol Motilón Dulce, valorado por sus múltiples beneficios y su conexión con el equilibrio ecológico. “La relación con la tierra no es solo material, sino profundamente espiritual. Desde el ritual de la siembra de las placentas, que simboliza la conexión entre la madre biológica y la Madre Tierra, hasta la preservación de las semillas mágicas, cada práctica refuerza el compromiso con la sostenibilidad ambiental y la mitigación del cambio climático”, agrega la ponente.
En su discurso también señaló que las comunidades indígenas proponen un conocimiento integrado del territorio a través de observaciones directas y recorridos comunitarios. Este enfoque interdisciplinario incluye la geología, la biología y las ciencias ambientales, en una interacción constante entre la memoria ancestral y la exploración científica.
“La educación debe ser una herramienta para cerrar brechas, preservar las identidades y contribuir al equilibrio ecológico. La unión de las universidades con las comunidades indígenas abre una puerta hacia un modelo educativo que respeta y valora los saberes ancestrales como base para la construcción de un futuro más justo y sostenible. Es nuestra responsabilidad fortalecer las pedagogías propias, porque las semillas nativas son el origen de la vida, y su preservación es esencial para la pervivencia de nuestros pueblos y de la Madre Tierra”, puntualizó Tarapués.