Por: José Miguel Alzate
El título de este artículo lo lleva un libro de cuentos publicado el año inmediatamente anterior por la Editorial Escarabajo, que es dirigida por el reconocido poeta Eduardo Bechara Navratilova. Lo vi en el ‘stand’ que la empresa editorial tuvo en la pasada Feria del Libro de Manizales, organizada por la Universidad de Caldas. Lo tomé en mis manos por una razón: el título. Este tiene un extraño magnetismo. Lo mismo ocurre con el diseño de la carátula. Es sobrio y no está saturado de colores ni figuras. Sobre un fondo azul claro, el rostro de una mujer de cabello oscuro sobresale porque de su frente, en la misma tonalidad, brotan una especie de bombas que asemejan tener pequeños huesos adentro. Las letras en color blanco tanto del título como del nombre del autor resaltan sobre el fondo de la carátula.
‘De noche alumbran los huesos’ es un título que parece sacado de una historia de Edgar Allan Poe. Al mirar la contracarátula, me llevé otra sorpresa: tiene una nota de Octavio Escobar Giraldo. Allí, el autor de ‘Cada oscura tumba’ dice que en este libro hay buena literatura. Y sobre quien lo escribió afirma que es un joven con talento literario “que tiene tanta habilidad para dividir su tiempo, que le ha alcanzado para ser politólogo, coordinador del Festival Gabo, constructor de paz, profesor universitario y becario de Idartes”. Con esta presentación, extractada del prólogo, decidí leer las 140 páginas del libro. Y, ¿qué me encuentro? ¡Oh sorpresa! Unos cuentos donde fluye un excelente narrador, un escritor con un lenguaje fresco, un autor que seguro dará de qué hablar.
Se advierte en los cuentos de Julián Bernal Ospina, autor nacido en Manizales en 1993, que desde niño debió haber sentido en su alma el deseo de escribir historias donde, a la vez que se aproximaba a la fantasía, tuvieran asidero en la realidad. En ‘De noche alumbran los huesos’ se percibe que lo ficcional se puede mezclar con lo real para lograr una pieza literaria desprovista de adjetivación, pero al mismo tiempo de prosa susurrante, rica en matices, que entra al alma del lector para impresionarlo con su musicalidad. Nada es retórico en un estilo literario que enseña la destreza del autor para escribir tanto en primera persona como con el narrador omnisciente. No sé si habrá leído a Juan Rulfo, pero los diálogos tienen una calidad que trae a la memoria a ‘El llano en llamas’.
Julián Bernal Ospina es un escritor que, a tan corta edad (31 años) demuestra haber leído cuentistas que tienen el don de darle al relato fuerza argumental, dominio de la técnica narrativa y, sobre todo, estética en la expresión literaria. Sus cuentos cautivan por la fluidez de los diálogos y, por supuesto, por la utilización de un lenguaje de gran riqueza verbal. Eduardo Bechara Navratilova dice que ‘De noche alumbran los huesos’ “muestra con gran sutileza lo perdidos que nos encontramos del verdadero amor, la debacle del mundo contemporáneo, el fracaso de todos los sistemas”. Si quiero ser sincero, debo decir que este libro fue para mí una revelación literaria. Los cuentos tienen eso que el escritor Jorge Eliécer Pardo denomina juego bien logrado entre lo poético y lo erótico.
El cuento que lleva el título del libro empieza con una pregunta que un médico llamado Enrique le hace a Carlos, un personaje que aspiró a ser senador de la República. “¿Usté qué fue lo que se fumó?”. La formula porque cree que lo que le dice tiene connotaciones esotéricas. “Nada, doctor”, le respondió Carlos. Este diálogo inicial mete al lector en la historia que se va a narrar. El narrador omnisciente dice: “Enrique respiraba sutilmente para no hacer ruido”. Nótese cómo el autor seduce desde el primer momento al lector con una pregunta contundente. De ahí en adelante, la historia se desarrolla a través de un diálogo de interés creciente para quien tiene el libro en las manos. El lenguaje escatológico que prima en esos diálogos enseña ese bajo mundo en que parecen vivir los dos personajes.
En lo narrativo, el cuento reseñado en el párrafo anterior es precioso. Miremos: “El viento soplaba con suavidad. Hacía ruidos en el techo. El horizonte de montañas se perdía junto con las ráfagas de pitos de los carros en las avenidas. No había llovido, pero la tierra y el pasto estaban húmedos. Las nubes se movían como fantasmas”. Una excelente descripción del paisaje. En lo argumental, es una historia donde Carlos Montaño, a quien el médico Enrique trata con palabras vulgares, parece más bien un gamín por el lenguaje en que habla. Los dos se faltan al respeto. Ambos visitan a una bruja para preguntarle por qué los huesos de la tumba de Julio Villegas alumbran. Es un cuento esencialmente dialógico, dosificado con un humor negro, matizado con frases coloquiales. Una historia con calor humano.
El cuento es un género literario donde, con su expresión, los personajes facilitan el desarrollo argumental, dándole consistencia a la historia narrada y llevando al lector a vivir sus angustias como si fueran propias. En este sentido, es necesario decir que el lenguaje de Julián Bernal Ospina cumple el objetivo de proporcionarle intensidad narrativa a la historia al utilizar el diálogo como lazo comunicante. Sucede con el cuento que le da título al libro. En cambio, en el cuento ‘Monólogo de una estatua’ el escritor le da vida a un objeto inanimado al ponerlo a hablar sobre lo que pasa a su alrededor, como si el personaje que fue llevado al bronce dejara fluir su conciencia. La estatua opina sobre las personas que la miran. El relato cumple, por la interiorización del alma, un propósito definido: cuestionar la condición humana.
Los cuentos del libro ‘De noche alumbran los huesos’ están escritos en una prosa de fina construcción idiomática, con magia en la palabra, con fuerza descriptiva. Julián Bernal Ospina no recurre a hacerle fáciles concesiones al lector. Las descripciones físicas de los personajes son perfectas, los movimientos cuando actúan se ven reales y las actitudes que asumen muestran a seres humanos con defectos y virtudes. En ‘Crónica de un doble espejo’, un cuento largo escrito con la técnica de la perspectiva absoluta, se presiente a un novelista en ciernes, que en un futuro puede escribir una buena novela porque tiene imaginación y, sobre todo, eso que Julio Cortázar llamó intensidad verbal y pasión para escribir. De este joven escritor manizaleño se pueden esperar excelentes trabajos literarios.