Tomado de Observador
Por: Eduardo Aristizábal Peláez
Hace algunos años, en una conferencia, le escuché decir al publicista argentino Alejandro Formanchuk, que no había comunicación perfecta, afirmación, mínimo, temeraria, la cual originó en mí una reacción silenciosa, pero parece que fue tan notoria que el conferencista se percató y me preguntó, para no decir increpó: “¿para usted señor qué es una comunicación perfecta?” A lo cual le respondí concretamente: una comunicación perfecta es aquella en la cual el emisor y el receptor le dan al mensaje, la misma interpretación.
Cuando hablo de comunicación en la academia soy reiterativo y vehemente con la idea que solamente hay un tipo de comunicación, la perfecta, porque si la comunicación tiene ruidos, no es clara, se da a medias, el mensaje llega con distorsiones, equivocado, no se logra el objetivo. Es mejor que el receptor no reciba el mensaje a que lo reciba equivocado.
Por lo anterior siempre invito a mis oyentes y lectores a proteger, a mimar, a defender el mensaje, que es aquella flechita que sale del emisor y llega al receptor, con su correspondiente retroalimentación. Ese mensaje bien construido, con claridad meridiana es el que origina la comunicación perfecta. Y de la comunicación perfecta sí que nos tenemos que preocupar los periodistas que emitimos nuestros mensajes de interés general a través de medios masivos de comunicación. ¡Qué gran responsabilidad!
Pero lo más extraño es que en el periodismo deportivo, los comunicadores en general, llámense locutores o periodistas, se han venido inventando un extraño diccionario que causa más hilaridad que claridad.
Uno entiende y acepta que el deporte es alegría, tiene una forma muy particular de comunicarse, admite ciertas palabras y frases que alimentan las transmisiones, pero con calidad, como lo hacía el poeta Joaquín Sierra Silva desde Santa Marta en sus comentarios de futbol; Javier Giraldo Neira que con palabras extractadas del derecho emitía mensajes graciosos, pero claros, como cuando hablaba de faltas graves… con alevosía, premeditación y sevicia, a mansalva y sobreseguro. Rubén Darío Arcila alegrando sus transmisiones y tocándonos la fibra repitiendo, creando o parafraseando a algún autor, pero con el fútbol se está llegando a niveles exagerados.
Gracias a la colaboración de nuestro dilecto amigo Julio Alberto Vélez Trujillo, ponemos a consideración de ustedes, amables lectores, algunas palabras y frases que son de difícil interpretación para un oyente desprevenido, o frases que sobran en una transmisión porque les falta espontaneidad, son demasiado libreteadas, insaboras, incoloras e inodoras, muy distintas a aquellas que espontáneamente, conmucha inteligencia y gracias inventaba el Campeón Carlos Arturo Rueda, cuando bautizó como hijos de María, al Once Caldas cuando adopto el uniforme blanco, o Pastor Londoño Pasos, como aquellas inolvidables frases, no me la deje ahí Boricua, o la belleza de Calero.
Empecemos con el pase ecuménico, el partido apenas está amaneciendo, desmarque de ruptura o flujo externo de doble salida que utilizan algunos analistas. En Google no pude encontrar su significado. Frases tan contradictorias como quien afirma que la velocidad en el fútbol, es la pausa; la defensa no ha podido con esos balones planos; todavía los vemos redondos. En la garganta del área, ahí les queda de tarea para que la busquen la próxima vez que vayan al estadio.
Para los coleccionistas, o gozones, servimos este banquete de frases del fútbol en radio y televisión colombiana que objetivamente poco dicen, pero que llenan el orgullo de los copiadores, especialmente de los medios argentinos, que no son exactamente ejemplares, para manejar castizamente el español. Pases lacerantes, equipo prosopopéyico, equipo rocoso, jugar con buen pie, pase quirúrgico, desmarque de ruptura, flujo externo de doble salida, híbrido medio externo, pelota en la riñonera del área, entreno invisible, equipo que juega a la pelota y tiene al rival enrocado.
En otra columna seguiremos con este particular diccionario.