Por: Brandon Pacheco en Muy Interesante
Cada año, cuando las luces parpadean con la esperanza de un nuevo comienzo, una antigua canción emerge de las ondas de radio y se convierte en la banda sonora de nuestra despedida al tiempo que se va. Es El Año Viejo, una melodía que resuena en calles, hogares, oficinas y automóviles, tejiendo sus notas en el tejido mismo de nuestras experiencias festivas.
Una cumbia entre la música tropical y la melancolía
La canción es un vals de emociones contrastantes: alegría, tristeza y una pizca de melancolía. Cuando se escucha, algunos desean escapar, quizás porque nos recuerda que otro año de nuestras vidas está llegando a su fin. Pero no es una canción cualquiera; es un himno que ha cruzado generaciones y fronteras, resonando de manera especial en Colombia y México.
Durante las últimas semanas de diciembre, las emisoras de radio reproducen esta canción repetidamente, y cuando el reloj marca la medianoche del 31 de diciembre, El Año Viejo se transforma en lamento y suspiro. Nos hace reír y cantar, pero al mismo tiempo, susurra en el alma con un toque de tristeza.
Guardiana de recuerdos: Año viejo desde los baúles de las abuelas
Para las abuelas y abuelos, esta canción es una reliquia, cuidadosamente guardada en el viejo baúl, donde el polvo apenas permite leer su título: “El Año Viejo”. Pero, ¿quién fue el arquitecto de esta melodía que ha resistido el paso del tiempo?
El creador de ‘El Año Viejo’ fue Crescencio Salcedo Monroy, un agricultor indígena colombiano que no sabía leer ni escribir, pero que podía expresar sus sentimientos a través de la palabra y la música que extraía de las flautas fabricadas por él mismo. Caminaba con los pies en la tierra, necesitando sentir el sabor de la tierra bajo sus pies en un tiempo donde las calles pavimentadas eran un lujo lejano, especialmente en el campo donde residía.
Crescencio Salcedo, conocido como ‘Compai Mochila’, llevaba consigo una orquesta completa en su garganta. Imitaba los sonidos de la trompeta, el saxofón, la gaita y los tambores. Su inspiración venía de la naturaleza y la cotidianidad de su entorno. Según él, no inventaba nada, solo compartía lo que veía todos los días en su casa: una chiva, una yegua blanca, una burra negra y una suegra con la que se llevaba bien.
Nacido en Palomino, Bolívar, el 27 de agosto de 1913, Crescencio Salcedo se autodenominaba un “recogedor de sonidos”. Su educación provenía del campo, y sus maestros eran los pájaros que llenaban el aire con sus melodías. Este hombre, lejos de los reflectores de la fama, se convirtió en un tesoro nacional en Colombia, siendo “El Año Viejo” considerado un patrimonio cultural del país.
Pero ‘El Año Viejo’ no fue el único regalo musical de Salcedo al mundo. También fue el autor de ‘La Múcura’, una canción que dio la vuelta al mundo alrededor de 1950. Con alrededor de 350 versiones, interpretadas por las orquestas más prestigiosas y cantantes destacados de América Latina y Europa, la canción se convirtió en un clásico atemporal.
Tony Camargo: la voz inmortal de El Año Viejo
La versión más conocida de ‘El Año Viejo’ es probablemente la interpretada por Tony Camargo, un ícono de la música tropical en México. Nacido en Guadalajara en 1926, Camargo es considerado un tesoro musical viviente con una vida artística fascinante. Su conexión con “El Año Viejo” ocurrió en una gira artística por Caracas en 1952, donde descubrió la canción y otras joyas musicales de José Barros y Pacho Galán.
Regresando a México, Tony Camargo grabó su versión de El Año Viejo en 1953. La orquesta que lo acompañó fue la del pianista Rafael de Paz, y los coros estuvieron a cargo de Refugio ‘Cuca’ Hernández y las hermanas Gudelia y Laura Rodríguez, conocidas como el trío Las Tres Conchitas.
La inmortalidad de El Año Viejo
El Año Viejo sigue resonando en la actualidad. A pesar de los cambios en la música y las preferencias culturales, esta canción ha resistido la prueba del tiempo y se ha convertido en un elemento indispensable de las festividades de fin de año en América Latina. La historia de Crescencio Salcedo y su creación atemporal nos recuerda que la autenticidad y la conexión con la vida cotidiana pueden crear obras maestras perdurables.
En las notas de ‘El Año Viejo’, encontramos más que una canción de despedida; descubrimos un vínculo eterno entre la música y la vida, entre un hombre sencillo y la inmortalidad de su creatividad. Mientras sigamos tarareando esta melodía, el espíritu de ‘Compai Mochila’ y su legado musical seguirán vivos en cada celebración de fin de año.