Por: Marcelo Salazar V.
Presidente del Comité de Cafeteros de Caldas.
Desde hace más de un año cuando el gremio cafetero fue forzado por el gobierno
nacional a realizar cambios en la Gerencia General, y más recientemente cuando el
Señor Presidente Gustavo Petro ha venido señalando en distintos escenarios a la
Federación de Cafeteros de no representar a los más de 540 mil productores, se
han dado toda clase de opiniones y reacciones en su inmensa mayoría a favor del
gremio más representativo del sector agrícola del país y tal vez uno de los más
importantes de la economía nacional.
Durante casi 97 años de existencia la Federación Nacional de Cafeteros ha sido
una institución democrática, como quiera que sus dirigentes en los municipios y los
departamentos son elegidos por voto directo de los cafeteros cada 4 años y estos a
su vez eligen el Comité Directivo o la Junta Directiva de la Federación. Todos ellos,
de acuerdo a los estatutos del gremio, son los representantes directos y legítimos
de las bases cafeteras nacionales.
Son múltiples los beneficios que la Federación le ha dado al país, solo nombrar
algunos de ellos honra su permanencia y respaldo de la sociedad colombiana como
lo son: la electrificación y los acueductos rurales, las carreteras y el saneamiento
básico, los puestos de salud y el mejoramiento de la vivienda rural, la educación
primaria, secundaria y superior y el ordenamiento ambiental han sido, entre
otros, programas adelantados por la Federación en las regiones con recursos de la
contribución cafetera, aportada por los productores y en alianzas público privadas
con alcaldías, gobernaciones y ministerios y la propia Presidencia de la Republica
en los últimos casi 20 gobiernos de la Nación.
Todo ese desarrollo de obras y servicios se ha llevado, reemplazando al Estado, a
las más de 15 regiones cafeteras del país en medio de una impecable ejecución de
proyectos y recursos, que han cambiado la calidad de vida de miles de familias,
donde el gobierno no ha llegado como producto de la incapacidad histórica de
ejecución y transparencia.
Además de obras y servicios, la Federación es responsable de la ejecución de los
bienes públicos cafeteros consagrados en el contrato de administración del Fondo
Nacional del Café -FoNC-, firmado entre el gobierno y la federación como lo son: la
garantía de compra, la investigación científica a cargo de CENICAFÉ y la asistencia
técnica a cargo del servicio de extensión único en el país, de más de 1600
agrónomos, que recorren todos los días más de 600 municipios cafeteros.
Durante su fructífera existencia el gremio cafetero ha sido promotor de empresas y
compañías tanto nacionales como regionales, y producto del rompimiento del “Pacto
de Cuotas” en 1989, muchas de ellas fueron invertidas para sustentar el precio
interno del café durante los años de gran crisis de finales de los 90 y comienzos del
- En Colombia a todos los productores se les pagó por encima del precio
internacional que cayó incluso por debajo de los 50 centavos de dólar por libra y la
institución mantuvo la inversión cafetera, el precio interno y la provisión de bienes
públicos con el respaldo de los gobiernos de turno.
Los señalamientos del Señor Presidente de la Republica y su equipo económico
confunden a los cafeteros y siembran desconfianza en el país.
Que esculquen a la Federación y a su dirigencia si hay indicios de favorecer la
oligarquía del café como allá la llaman, pero la Federación y sus 600 municipios
cafeteros con las más de 30 cooperativas y múltiples asociaciones de productores
que la rodean y respaldan, seguirán avanzando en el desarrollo de la Colombia rural
abandonada por el gobierno.
Basta de querer destruir la institucionalidad cafetera o querer convertir en fortín de
apetitos políticos a la única organización que en el país ha desarrollado una
verdadera reforma agraria.
Golpear la Federación no solo es golpear a los cafeteros de Colombia, es destruir
la columna institucional de la nación, es acabar con la identidad del país, es golpear
una organización ejemplo mundial de liderazgo cafetero y rural que muchos países
se sueñan tener en sus sociedades.